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28 de febrero de 2016

Litoral: No perder Las buenas Costumbres



En ocasiones hemos hablado de la ingente cantidad de información a la que estamos expuestos cada día, cada hora del día, cada minuto, por el simple hecho de despertarnos, abrir un periódico, encender la TV, la radio, un ordenador con sus correos, páginas web, redes sociales. Salir a la calle y mirar en torno; vallas publicitarias, anuncios en taxis, paradas de autobús, incluso en nuestro propio móvil.

Todo lo anteriormente indicado ya se basta para saturar nuestra capacidad de atención consciente, si además añadimos conversaciones con la familia, amigos, documentación para nuestro trabajo, etc, el hueco que nos queda libre, si realmente nos queda algo, se reduce al mínimo. 


No existe en nuestro cerebro un espacio reservado para publicidad.


A pesar de esta situación muchos anunciantes exigen a los consumidores que presten  atención a sus anuncios, a sus campañas, que las recuerden y no sólo eso, que inicien el acto de compra. Este hecho tendrá lugar cuando el producto en cuestión ocupe uno de los primeros lugares, preferiblemente el 1, 2 ò 3 en la  escalera mental de nuestras preferencias.

Es decir, cuando, como consumidores, nos encontramos próximos a decidir una compra, en nuestra mente se nos mostrarán nuestras primeras opciones, Aquellas que ocupen los primeros peldaños serán, lógicamente, las que tengan más posibilidades de convertirse en nuestra elección de compra.

Los productos/marcas que hayan conseguido apoderarse de esta posición en nuestra mente, lo habrán logrado por haber sido capaces de diferenciarse de los demás, no de cualquier forma, sino de manera importante para nosotros. Si han logrado esto ¿para qué cambiar el mensaje? ¿Para que cambiar el posicionamiento? Es decir, por qué no continuar con esa diferencia que les ha hecho ocupar esa posición destacaba en nuestra mente.

Excepto en situaciones en la que se impone un cambio de posicionamiento, cambiar por cambiar cada año, el mensaje que se envía del mismo producto al consumidor, puede provocar que ese escaso hueco que le queda en la mente, para recibir nueva información, lo ocupe otra marca/producto con un posicionamiento concreto y duradero en el tiempo.





Esto no quiere decir que el mensaje sea siempre el mismo, puede ser como la marca de turrón que vuelve por Navidad. Se puede cambiar constatemente de idea/posicionamiento o hacer como Litoral, que, en mi opinión, da una lección de como ampliar su público objetivo sin cambiar la esencia de su mensaje. De observar los continuos de cambios que surgen en nuestra sociedad actual, en los que las nuevas tecnologías tienen una importancia brutal. De cómo cambian las costumbres, en este caso a la hora de comer, insistiendo, con pleno acierto, en "No perder las buenas costumbres"

Desde mi punto de vista, la creatividad no está por sistema en tener que deslumbrar al consumidor con extrañas historias o anuncios espectaculares, ni en cambios que en nada ayudan al objetivo final de la publicidad como es la venta.

 En la campaña de Litoral, la creatividad está en como continuar con el mismo personaje, una adorable abuela de campo, con lo que implica su forma de vida, adaptando la trama, a la sociedad de ahora. Es decir, puedes cambiar tu forma de comunicarte con los demás, la de viajar, la de exponerte a las nuevas tecnologías pero para para alimentarte, no tienes por qué perder las buenas costumbres "Todavía queda esperanza"

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